Publicaciones y reflexiones

20 de Agosto 2024

Sobre molinetes y cámaras

En los dos últimos años, hemos sido testigos en nuestros lugares de trabajo, en nuestros barrios y en los medios de comunicación del aumento de la violencia: rapiñas en las puertas o zonas cercanas a los centros educativos, peleas entre estudiantes, amenazas y agresiones hacia estudiantes y trabajadores de la educación, entre otros. Ante esta situación, y la demanda de soluciones por parte de los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza pública, vemos con espanto que las autoridades gubernamentales competentes solo proponen instalar "molinetes" y "cámaras de reconocimiento facial" (quizás incluso detectores de cortes y armas) en los centros educativos, medidas que ya han sido implementadas en otros países y que, lejos de solucionar el problema, lo han empeorado.

El problema que venimos tratando es complejo, con muchos antecedentes, causas y aristas. No tenemos una respuesta clara de cómo enfrentar la situación a corto plazo, pero somos conscientes de que no es 'regalando' pasaportes exprés, aplicando penas leves para grandes traficantes, permitiendo la ausencia de control en el blanqueo de capitales o intentando confundir con una reforma educativa traída de los pelos e impuesta por el BID y la OCDE como se resolverá.

Sin embargo, como trabajadores comprometidos con la educación, sabemos que ningún niño, adolescente o joven es malo por naturaleza; por eso, apostamos por una educación capaz de enfrentar las situaciones más dolorosas, sembrando la esperanza de que una alternativa es posible. Creemos en una educación y en trabajadores de la educación que confían en los niños y los jóvenes, que saben que ningún niño o joven está perdido mientras haya alguien que lo acompañe, le haga saber que su vida es valiosa, que lo acompañe sin estigmatizarlo y que lo ayude a reconocer las consecuencias de sus actos. En suma, una educación centrada en la solidaridad y no en la competencia.

Ahora bien, no somos fantasiosos ni utópicos. Sabemos que, para que esto acontezca, se necesitan acciones intersectoriales en lo local y lo nacional. Debemos apostar por rescatar el valor que tiene el trabajo en la construcción del proyecto de vida, la realización personal y comunitaria, y en la construcción de ciudadanía.

Debemos priorizar el trabajo en los lugares de mayor vulnerabilidad y proponer acciones e intervenciones educativas que rescaten y potencien lo mejor de cada persona, con propuestas que enseñen contenidos, que den herramientas para ganarse la vida, que acompañen el desarrollo personal y colectivo por medio de una educación agraria, artística, técnica y tecnológica, que aporte contenidos y genere espacios donde la convivencia, el disfrute, el deporte, la cultura o el simple hecho de estar juntos disfrutando del sol en el patio de un centro de estudios sea posible.

Por ello, desde la Lista 31, proponemos acciones concretas para enfrentar estas problemáticas de manera integral, apostando por una educación que realmente haga la diferencia:

1) restituir la inversión de 300 millones de dólares que el gobierno quitó a la educación, 

2) reducir el número de estudiantes por grupo para una mejor contención y seguimiento, 

3) aumentar el número de adscriptos y educadores, 

4) implementar equipos de psicólogos y trabajadores sociales en cada centro, 

5) ampliar las horas de recreación y permanencia en las escuelas de los estudiantes, acompañados por los docentes, 

6) construir más escuelas y liceos de tiempo completo (tanto en UTU como en Secundaria).

Debemos continuar, empecinadamente, brindando los mejores contenidos que fomenten el desarrollo de habilidades para solucionar problemas inmediatos, insistir en formar al "obrero artista" que imaginó Figari, y no un autómata que responda solo a estímulos de una sociedad violenta, materialista y competitiva.